Amigos, poblados flotantes y templos de película en Siem Riep

Llegué a Siem Riep a eso de las 6 de la tarde. Algo cansado y con la moral un poco por el suelo debido a los acontecimientos vividos en Poipet, «la ciudad que no pudo ser». Las largas horas de viaje en autobús, las estafas de aduaneros y los desorbitados precios de la ciudad fronteriza con Tailandia hicieron mella en mi moral. Pero todo, absolutamente todo, daría un giro repentino de 180 grados desde la misma llegada a Siem Riep.

Primeras imágenes de la ciudad: el río Siem Riep
Bañistas de río

Siem Riep es una ciudad de unos 120.000 habitantes aproximadamente. Ubicada al noroeste del país, a tan sólo 150 kilómetros de la frontera con Tailandia. Debido a su proximidad con los famosos «templos de Angkor» (que tuve el placer de visitar y conocer, aunque hablaré de ellos en la próxima entrada), presume de ser la ciudad más visitada de todo Camboya, y la verdad es que no es para menos. En mi caso, llegué allí con la idea de permanecer tres o cuatro días (lo justo para ver los templos y un poco los alrededores), y terminé quedándome la friolera de ocho jornadas.

Situación de Siem Riep en el mapa

Al contrario de lo que sucediera en Poipet, mi estancia en Siem Riep fue de lo más fructífera posible. Lo primero que hice nada más llegar, lógicamente, fue asegurarme un buen techo donde pasar las siguientes noches, así que me fui directamente al hostal que había estado tanteando durante el trayecto de bus. A pesar de la gran oferta de hostales, hoteles, y servicios que existe en Siem Riep, modestamente creo que elegí uno de los mejores, y más baratos hostales que se puede encontrar por allí.

El «hall» del hostal
Mi habitación. Al fondo, en la litera de abajo, estaba mi cama

El nombre del hostal en cuestión es «Noni Tree Hostel«. Se encuentra emplazado cerca del río, del famoso «mercado nocturno» y también del centro de la ciudad. Precio por noche: 3 dólares (2,72€). Exquisitamente limpio, tanto las habitaciones como los espacios comunes. Duchas y servicios perfectos. Aire acondicionado en las habitaciones. Camas y colchones de buena calidad. El staff del hostal: alegres, simpáticos y dispuestos a ayudar. Allí pasé ni más ni menos que 8 noches, donde pude dormir y descansar increíblemente bien. Como he dicho antes, en Siem Riep hay una gigantesca oferta de alojamientos. Al ser el único que he probado y gustarme tanto, es el que puedo recomendar. Ni se me pasó por la cabeza moverme a cualquier otro lugar.

En ese hostal fue donde conocí a «Rob», mi compañero de habitación. De origen holandés pero viviendo en China actualmente con su novia, originaria de aquel país. Por motivos burocráticos le habían denegado el visado y estaba haciendo tiempo mientras arreglaba los trámites para poder volver al país del dragón.

A través de Rob pude conocer a «Chour», un jóven camboyano, padre de dos preciosas niñas, que se dedica al transporte de personas en su «tuk-tuk» y a la gestión de su restaurante, donde sirven deliciosas comidas y cenas. Al cabo de unos días se nos uniría también «Julienz», y con ellos tres compartiría la mayor parte de mi tiempo en esta ciudad especial.

Rob (izquierda), Julienz (centro) y Chour (derecha)

EL LAGO TONLÉ Y KOMPONG PHLUK, «EL POBLADO FLOTANTE»

En una de las primeras jornadas en Siem Riep, Rob y yo decidimos hacer una interesante excursión a través del lago Tonlé. En ella, además de navegar a través del lago más grande de todo el sudeste asiático, desde donde tendríamos la oportunidad de observar una preciosa puesta de sol, incluía la visita a «Kompong Phluk» uno de los conocidos como «poblados flotantes».

Sobre «pilotes» se alzan las casas que en temporada de lluvias bajas se ven tal que así
Sus habitantes están tan hechos al agua del río como al aire que respiran

Con una población estimada de 2.800 habitantes, en Kompong Phluk la vida transcurre de una forma tranquila y poco común. Sus habitantes, dedicados en su mayor parte a la pesca en el lago y al intercambio de distintas materias primas, viven y se desarrollan en constante armonía con las aguas del lago. En temporada media-baja, -cuando fuimos nosotros-, el panorama es el que se muestra en las fotos. Todo cambia cuando la época de lluvias llega y el nivel del agua aumenta hasta cubrir los pilotes de los palafitos.

Templo budista en Kompong Phluk
La calle principal de Kompong Phluk
Interior de una de las casas
El edificio más moderno, estable y mejor construido del poblado, es también el menos concurrido. Una «iglesia católica» financiada por chinos

Algo frustrante para mí sería el escaso tiempo de que dispusimos para permanecer en el poblado (apenas 45 minutos, por aquello de ir a ver la puesta de sol en el lago). Pero aquel lugar es, sin ninguna duda, un sitio donde quedarse al menos un par de días. Sus gentes son auténticas, sus vidas e historias, realmente interesantes. Como digo, me hubiese gustado pasar más tiempo allí para conocer desde dentro su historia y tradiciones, pero en este viaje no pudo ser, ¿quizás en uno próximo?, lo veremos.

Como interesante fue descubrir la escuela de inglés para niños y adultos, y la excelente labor que allí desarrollan, donde pudimos comprobar con gran alegría el buen nivel de inglés de aquellos infantes, y lo importante que será para ellos y su futuro (Camboya es un país en proceso de modernización y el turismo es un pilar fundamental para ello sin duda).

Los niños, con afán de practicar sus recientes aprendizajes, nos hacían preguntas como: «¿de qué país eres?«, «¿tienes hermanos o hermanas?«, «¿cuantos sois en vuestra familia?«, y cosas así, en un inglés más que decente. Al terminar las conversaciones y respondidas todas las preguntas, se despidieron de nosotros cantándonos una canción 🙂

Como rezan los carteles, al no ser una organización con ánimo de lucro, sino más bien todo lo contrario, se sostienen mayoritariamente a través de donaciones. Yo, vista su labor y buen hacer con aquellos niños, que de otra manera seguramente les costaría muchísimo aprender inglés (algo que a día de hoy es muy importante en Camboya, debido a su creciente turismo) he decidido donar 20€, los cuales espero contribuyan en algo a mantener dicha escuela por mucho tiempo más. Si alguien está interesado, recomiendo echarle un vistazo a su página web donde exponen toda la información acerca de la escuela y su labor así como también la forma de realizar una donación.

Niños saltando jugando sobre una pequeña tarima
Simpáticas niñas del poblado chocando los 5

Como digo, después de nuestra «visita express» en el poblado, volvimos a nuestra barcaza a motor para llegar a lago abierto, donde presenciaríamos la puesta de sol desde allí. Antes de aquella visita, he de mencionar que nos llevaron hasta un pequeño puerto con restaurante, donde esperaban allí pequeñas barcas conducidas por locales del pueblo para hacer un recorrido de unos 15 minutos por el «bosque inundado», previo pago de 5$ por persona. A Rob y a mí, junto con otras personas, no nos interesó este recorrido así que volvimos a la barcaza para ir directamente a ver la puesta de sol.

De camino hasta lago abierto
El «contramaestre», el principal y único ayudante del capitán del barco, se encargaba del amarre y desamarre en puerto y de que todo funcionara correctamente
Aquí le tenemos esperando impacientemente la llegada a puerto para realizar su trabajo

Una vez llegamos al puerto flotante en cuestión, se amarró la barcaza y nos dispusimos todos a contemplar el espectáculo que se avecinaba.

Uno de los puertos flotantes
«Vamos que no llegamos a tiempo»
La cosa estaba concurrida
Una de las muchas jaulas con cocodrilos que tienen en los puertos como «atracción» turística.
Contemplamos una preciosa puesta de sol
Se acabó el espectáculo, todos para casa

Una vez concluida la puesta de sol, cogimos barcaza de vuelta hasta el parking de vehículos, y desde allí la furgoneta para volver a nuestro hostal. Total de la excursión (unas 6 horas) por persona: 11 dólares (9,95€). Sin duda una experiencia recomendable y un día muy bien aprovechado.

TEMPLOS DE BENG MEALEA Y KOH KER

Días antes de realizar la obligada visita a los archiconocidos templos de «Angkor«, planeamos una excursión previa a otro grupo de templos muchísimo más alejados de Siem Riep (a unos 120 kilómetros de la ciudad).

Para convertir en económica esta visita, preguntamos a algunos de los que rondaban por el hostal, y fue así como conocimos a «Julienz», un tranquilo y amigable alemán que se animó a realizar el tour con nosotros. De esta forma, el coche con chófer-guía para nosotros solos nos saldría por tan sólo 20 dólares (18,08€) por cabeza, más los 15 dólares (13,53€) de la entrada a ambos templos.

Julienz y yo, emborrachándonos a «café con hielo»

Después de unas dos horas de trayecto en coche, donde el amigo Rob aprovechó para dormitar lo que pudo, llegamos a uno de los templos que personalmente más me gustaron, tanto por diseño como por la naturaleza que lo rodea: Koh Ker.

Koh Ker, con su forma piramidal de 36 metros de altura

Se cree que Koh Ker fuera la tierra natal de Jayavarman IV, que gobernó el poderoso imperio de Angkor desde el 928d.C. hasta el 941d.C. Eso explicaría el porqué tenía su residencia personal en Koh Ker, y no en Roluos (Hariharalaya) o en Yashodharapura (Angkor), como los reyes anteriores.

Se han encontrado más de 180 santuarios en un área de 81km2 alrededor de Koh Ker, pero tan sólo unas dos docenas de ellos se pueden visitar debido a que están en zonas inaccesibles del bosque y la zona aún no está totalmente despejada de «minas antipersonas», desde la guerra de Vietnam y Estados Unidos.

El grupo al completo enfrente de la pirámide
Los «gansters» de Koh Ker
Las vistas desde los 36 metros de altura de la pirámide

A pesar de ser uno de los pocos templos que se salvaron de los bombardeos de Estados Unidos durante la guerra con Vietnam, muchísimas de las esculturas y monumentos que residían en Koh Ker han sido robados y saqueados, y muchos de ellos forman ahora parte de colecciones privadas. Otros circulan por subastas ilegales, y otros por suerte fueron recuperados, y son expuestos en diferentes museos alrededor del mundo.

Concluida nuestra visita en Koh Ker, volvimos al coche y nos dirigimos rumbo al templo Beng Mealea, donde por el camino nos encontramos otra decena de templos más, que fuimos viendo en cortos periodos de tiempo. La mayor parte de ellos fueron destruidos durante los comentados bombardeos durante la guerra, lo cual es una verdadera tristeza ver los restos de lo que anteriormente fueron «grandiosos» templos, totalmente en ruinas.

Algunos de los templos aun conservan la esencia de grandeza que otrora poseían
De otros muchos no quedan más que un montón de ruinas
Algunos de los templos y sus muros son «devorados» por la naturaleza

En nuestro camino hasta llegar a Beng Mealea, parábamos por aquellos templos de los que aún «quedaba algo para ver», porque como digo, al menos un cuarto de ellos estaban completamente derruidos.

En uno de los templos nos topamos sin pretenderlo con unos novios camboyanos
Detalles y símbolos de mil años de antigüedad
El llamado «templo de los leones»

Para mí, de todos los que pudimos ver y admirar, los que más me gustaron y mejor conservados aprecié fueron el grupo de templos conocidos como: Pram Temple.

Grupo de templos de Pram Temple.
Pram Temple
Increíble imagen tomada a contrasol: Pram Temple

Y finalmente, llegamos a «Beng Mealea».

La majestuosa entrada principal de «Beng Mealea», ahora derruida

Poco, muy poco se conoce sobre la historia de este templo. Tan sólo se puede confirmar que fue construido por el rey Suryavarman II originalmente como templo hindú, para terminar convirtiéndose al budismo, como casi todos los que le rodean.

El estilo y diseño de Beng Mealea es completamente el mismo del de Angkor Wat, ambos construidos con «piedra arenisca». Hasta hace pocos años el templo tenía difícil acceso y no era muy conocido, con lo que no era muy frecuentado por los turistas, pero a día de hoy, como pudimos comprobar con nuestros propios ojos, son muy comunes los grandes grupos de turistas chinos y otros viajeros de todos los rincones del mundo.

Disfrutando de Beng Mealea como niños

Beng Mealea tiene 4 entradas, que se encuentran orientadas con precisión milimétrica a los 4 puntos cardinales (norte, sur, este y oeste) como bien pudimos comprobar nosotros mismos con nuestra brújula. Más grande incluso que «Angkor Wat», el templo de Beng Mealea es enorme, con lo que la visita completa al templo no nos llevó menos de 1 hora.

Y así transcurrieron mis primeras jornadas en Siem Riep: templos de película, escuelas de niños aprendiendo inglés en poblados flotantes, puestas de sol en el lago más grande del sudeste asiático, y amigos, grandes personas con las que compartí todo ese tiempo y de las que estoy encantado de haber conocido. Y por si todo esto fuera poco para mí, Siem Riep y sus gentes aún tenían mucho más que ofrecerme; como los tres días de visita a los templos de «Angkor», la familia de Chour o la pesca con red en el río Siem Riep.

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