La semana pasada cogí mi coche y me fui de Road Trip por Albacete. Apenas estuve fuera un día y medio, con lo que la escapada fue más bien corta. Al final, el Gen Viajero se sobrepuso al Sentido Común en la batalla entre ambos y terminé por coger el coche y salir de viaje, pero teniendo al mismo tiempo la precaución y el sentido común de no salir del país, por lo que pudiera pasar.
Cogí el Volkswagen Scirocco y tomé dirección Albacete. Más en concreto, a la parte interior de la provincia, donde el río Júcar se desplaza en su camino final hasta los mares de Valencia. Allí, sobre las mismas márgenes del río se alzan unos cuantos pueblos con mucho encanto que merecen la pena visitar. Os los presento ahora mismo:
1. JORQUERA
Tras recorrer la serpenteante carretera «AB-880» durante unos pocos kilómetros, en un pequeño anchurón reconvertido en mirador a una orilla de la misma, se abre a la vista la pequeña población de Jorquera, enclavada en el centro mismo de una pequeña colina, en mitad de un valle de altas y rocosas montañas con cortados de hasta 200 metros de altitud.
A pesar de lo que a primera vista pueda parecer, Jorquera es una pequeña localidad de apenas 400 habitantes, con no mucho que ofrecer. Una vez dentro de ella, mientras recorría sus empinadas cuestas y sus estrechas calles de estilo árabe, uno se da cuenta que el principal y casi único atractivo de que puede presumir es de su antigua fortaleza y muralla levantada por los árabes hace más de 800 años.
Apenas consumidas unas dos horas en su visita completa (tiempo más que suficiente para recorrerla de punta a punta y deleitarse con sus preciosas vistas al valle) seguimos la ruta hasta el siguiente pueblo, este sí, con muchos más atractivos de ocio, culturales e históricos.
2. ALCALÁ DEL JÚCAR
A poco más de un cuarto de hora en coche desde Jorquera se encuentra otra particular población llamada Alcalá del Júcar, considerada (y no sin razón), uno de los 10 pueblos más bonitos de España según varias entidades.
Si los enanos que imaginó J.R.R. Tolkien en sus novelas de «El Hobbit» o «El Señor de los Anillos» existieran, no duda que habrían elegido Alcalá del Júcar como una de sus múltiples moradas.
Cuando uno llega a esta localidad y la mira de frente, la primera impresión que le viene a la imaginación es que sus viviendas han sido como «estampadas», o enclavadas a la fuerza en la roca viva de las mismas montañas.
Recorrer las estrechísimas y empinadas calles de Alcalá del Júcar te teletransporta directamente a la época medieval, cuando cristianos y musulmanes combatían a muerte por la conquista de estas tierras castellanas.
Los puentes romanos se alzan espléndidos para dejar paso el escaso caudal del río Júcar, en su camino hasta la bastedad del mar. Para sus habitantes, acostumbrados al calor en verano como en cualquier parte del centro y sur del país, el río es un regalo de la naturaleza que aprovechan para refrescarse y practicar algunas actividades de aventura como «raftings» o paseos en «kayaks«.
Tras unas cuantas horas más recorriendo sus calles, plazas y puentes, el estómago comenzó a rugir, y había que buscar un buen lugar donde poder hacerlo callar. Para ello elegí uno de los mejores sitios donde comer en Alcalá del Júcar.
TAPERÍA-RESTAURANTE ENTRE HOCES
Localizada en el corazón mismo de la localidad se encuentra el restaurante y tapería Entre Hoces. En una enorme y privilegiada terraza al aire libre me senté y tuve el placer de conocer a sus propietarios: Samuel y Reyes, que junto con Miriam me brindaron un servicio casi inmejorable con una comida de calidad a un precio más que justo.
El restaurante cuenta con una larga carta de platos de alta calidad entre carnes, pescados, ensaladas, y muchas raciones para elegir. El precio, como he dicho anteriormente, está totalmente en concordancia con la situación privilegiada del lugar (entre el puente romano y la plaza de toros, muy cerca de la oficina de turismo) y la calidad de sus alimentos.
Yo no dudaría en repetir si tuviera la oportunidad de volver a visitar Alcalá del Júcar 🙂
EL CASTILLO
Y después de una buena comida y recuperadas las energías, era la hora de subir las zigzageantes y empinadas calles que me llevarían hasta el precioso castillo que en otros tiempos custodiaba la localidad.
Construido durante el siglo XII por los árabes, el castillo ha ido pasando de imperio a imperio (árabe, romano, íbero, cristiano…) a lo largo de los siglos. La palabra «Alcalá» significa castillo en árabe, con lo que el significado completo de esta localidad sería «Castillo del río Júcar».
El interior de la fortaleza cuenta con unas estancias todavía bien conservadas donde hoy en día son utilizadas como exposición de cuadros y otras cosas. Desde lo más alto del mismo se pueden disfrutar de unas vistas privilegiadas del municipio y del valle que lo rodea.
Además de disfrutar de la construcción defensiva y de las privilegiadas vistas, con la entrada de 2,50€ está incluida también la visita a una «casa antigua», justo debajo del castillo, para que podamos hacernos una idea cómo vivían los antiguos pobladores de estas tierras en una pequeña «vivienda-cueva» unos cuantos siglos atrás.
LAS CUEVAS MUSEO
Otro de los principales atractivos que ofrece Alcalá del Júcar a los cada vez más numerosos turistas que la visitan cada año (me quedé un poco impresionado al ver semejante cantidad de ellos recorriendo cada calle de este pequeño pueblo) son las cuevas-museo.
Se trata nada menos que de unas enormes concavidades artificiales excavadas en la roca viva de la montaña donde algunos han hecho de estos rincones naturales su forma de subsistencia montando pequeños museos en su interior.
Y en una de aquellas cuevas –precisamente en la que lleva su nombre-, se encuentra un personaje altamente reconocido por una parte de la sociedad española, que sin haber nacido allí, lleva el nombre de Alcalá del Júcar por bandera allá donde va: El Diablo de Alcalá del Júcar.

Como digo Juan José, a pesar de no haber nacido en aquella población, se estableció allí hace más de 40 años y ya no hay quien lo saque. Un enamorado empedernido de Alcalá del Júcar, ha pasado por innumerables platós de televisión promocionando su querida tierra, además de los variados negocios que regenta, entre los que se encuentran «Las Cuevas del Diablo».
Y digo bien «cuevas» ya que lo que este empresario ha conseguido a base de mucho esfuerzo y trabajo ha sido enlazar y comunicar dos cuevas totalmente independientes entre sí, a diferentes niveles además, a través de una galería de escalones y unos túneles que consiguen que esta cueva sea la más grande de entre todas las que allí se pueden visitar, con unos corredores de más de 150 metros de largo y unas amplias estancias convertidas en comedores y expositores.
Todo esto, repito, excavado en la roca viva de la montaña. Toda una maravilla mezclada entre lo natural y lo artificial que por tan sólo 3€ (con una consumición incluida de refresco o bebida) merece la pena visitar.
Y para rematar la visita a este precioso lugar, considerado por muchos uno de los pueblos más bonitos de España, me acomodé en una de las partes más altas del lugar para contemplar cómo el sol se ocultaba tras las montañas que rodeaban aquel extenso y precioso valle por el cual transcurre el tranquilo Júcar.
Y así, con una increíble puesta de sol para calentar espíritu y corazón, me despedí de las tierras manchegas temporalmente. Esta ha sido una pequeña escapada de apenas dos días con el objetivo de calmar mi espíritu viajero por un tiempo (sospecho que la desesperación por volver a salir volverá pronto), pero si la situación nos lo permite, habrá -por lo menos- otra escapada más en las próximas semanas. Cruzaremos los dedos y rezaremos porque este verano podamos seguir descubriendo algunos rincones más dentro de nuestro precioso país.
¡Hasta la próxima!