El germen de una aventura

Nunca he sido una persona especialmente arraigada a las montañas. Nací y me crié en un pequeño pueblo de la provincia de Almería, a apenas una hora en coche de sus magníficas costas y playas (de las que algún día hablaré largo y tendido en este blog, como tiene que ser). Es por ello que la idea de subir a lo alto de cualquiera de aquellos gigantes nepalíes, no estaba entre mis principales planes cuando llegué al país de las altas montañas.

Los mejores momentos no se planean, ¡simplemente suceden!

Anónimo

Pero durante uno de aquellos días en los que recorría la ciudad de Katmandú, mientras pasaba por la innumerable hilera de tiendas enfocadas al montañismo, senderismo, escalada, trekkings… que allí se encuentran, se me encendió la bombilla: «¿ya que estoy aquí, por qué no lo intento?«. «Pero si no has hecho un trekking en tu vida, hulio» respondió automáticamente la parte negada de mi subconsciente. Como digo, aquella idea no entraba en mis planes ni por asomo, y en aquel momento ni siquiera contaba con ninguna ropa de abrigo. Muchísimo menos para subir casi a la cima de una montaña en Nepal, a más de 4.000 metros de altura y en pleno invierno.

Imagen de Nepal y la cordillera del Himalaya

Al final, tras una larga discusión entre mi lado aventurero y el más acomodado, además de alguna que otra conversación con mi amigo Javi (seguidor de todo este tipo de deportes), me decidí a hacerlo. Por primera vez en mi vida, iba a subir a las alturas de una de las montañas más altas del mundo.

Nepal cuenta con 8 de los 14 picos conocidos como los «ochomiles» (las únicas montañas con más de 8.000 metros del mundo). Entre ellos está, por supuesto, la más alta de todas, el Everest, con sus 8.848 metros y bien llamada «el techo del mundo». Su campamento base se encuentra a 5.365 metros de altura y se puede llegar a él en unos 8 días de hikking. Sin embargo, todo el mundo coincidía en que intentarlo con el Everest en pleno mes de febrero era una locura, algo casi imposible y muy peligroso para un inexperto como yo (se forman constantes tormentas y ventiscas por esas fechas, fuertes nevadas y lluvias, y la temperatura durante la noche puede bajar hasta los -60 grados).

Visit Nepal 2020: campaña promocional turística del país, tristemente anulada debido a la pandemia

Pero la decisión estaba tomada, y no me iba a rendir, encontraría otra montaña más «dócil» con una ruta más sencilla y enfocada al neófito montañero: el valle de Langtang.

Una vez decidida la ruta y el destino, estuve comparando precios del equipamiento en algunas de las decenas de tiendas que pueblan el barrio de Thamel (la mayoría de ropa falsa y marcas blancas). Por poco más de 100€ me pude equipar medio decentemente.

  • Botas de montaña: 5.500Rp (40,95€)
  • Pantalones impermeables: 1.900Rp (13,98€)
  • Cazadora doble impermeable: 3.500Rp (26,05€)
  • Pantalón y camiseta térmicas: 1.200Rp (8,90€)
  • Gafas de sol: 800Rp (5,86€)
  • Pastillas potabilizadoras: 300Rp (2€)
  • Gorro: 250Rp (1,60€)
  • Guantes de nieve: 300Rp (1,92€)
  • Bufanda: 250Rp (1,60€)
  • Calcetines impermeables: 300Rp (1,92€)

Seguidamente, tras algunas averiguaciones en internet y preguntando a los guías locales, me pude informar sobre algunas cuestiones importantes como: el temido «mal de altura», cómo potabilizar el agua par ahorrarte mucho dinero durante el trekking, donde alojarse, y algunas otras cuestiones importantes.

He de reconocer que cuando uno profundiza en el Mal de Altura y comienza a conocer sobre sus consecuencias y la cantidad de personas que han perdido la vida debido a este mal, algún que otro pensamiento de dar marcha atrás sí que te embarga. Pero decidí seguir adelante y aunque sufrí el mal de altura de manera profunda, no me arrepiento en absoluto de haber tomado la decisión de continuar con esta aventura, aunque sólo fuera por la gente que conocí y me acompañó o las preciosas vistas que tuve el placer de contemplar.

Ya tenía los materiales básicos para comenzar el trekking, ahora tocaba el siguiente paso: sacar los correspondientes permisos.

Para ello me dirigí a la Nepal Tourism Board, sita en la siguiente dirección: Pradarshani Marg, Kathmandu 44617, a unos 10 minutos andando desde el barrio de Thamel.

Nepal Tourist Board
Edificio Nepal Tourist Board

Allí me sorprendió gratamente la rapidez y profesionalidad con que atendían a los turistas que hasta allí nos acercábamos para sacar nuestros respectivos permisos, pues en poco más de cuarenta minutos me encontraba saliendo por la puerta con mi tarjeta identificativa de «trekker» (yeah) y mi permiso para el valle del Langtang.

  • Pasaporte
  • 2 fotografías tamaño carné
  • Número de póliza de tu seguro (si aún no tiene uno, yo te recomiendo IATI seguros)
  • Tus datos personales
  • 2.000 rupias (1.000 en el caso de ir en grupo) para el TIMS
  • 3.000 rupias para la entrada en el valle

Para obtener los permisos lo primero que hay que hacer es rellenar el formulario que nos dan al llegar; datos personales y sobre todo (¡E IMPRESCINCIBLE!) número de póliza de tu seguro, sin esto no es posible que te acepten el permiso. Una vez rellenado lo entregas en la pequeña oficina del interior y tras pagar las 2.000 rupias correspondientes el funcionario se encarga de imprimirte tu tarjeta de acreditación como «trekker» (el TIMS) con tus datos personales y una fotografía tamaño carné. Una vez realizado esto te toca desplazarte a la ventanilla de la derecha para solicitar el permiso al valle del Langtang (o cualquier otro que se quiera solicitar) y pagar las 3.000 rupias correspondientes.

TIMS Nepal
La tarjeta TIMS, que puedes quedarte de recuerdo terminado el trekking

Como digo, si encontráis el lugar poco concurrido -como fue mi caso- las gestiones para conseguir los permisos y acreditaciones no llevan más de 40 minutos.

Así pues, con todo preparado y una extraña mezcla de expectación e incertidumbre, compré un ticket de autobús con dirección a Syabrubesi (o Syafrubesi, uno ya no sabe ni cual es el nombre correcto) por 1.100 rupias (9€) desde donde comenzaría mi aventura por intentar alcanzar el pico de Kyanjin Ri, a 4.774 metros de altitud, entre paisajes y fondos que jamás antes había visto. También lo pasé mal, por cierto. El mal de altura se cebó con el novato, y todos aquellos pensamientos que me auxiliaban en la calidez de mi habitación de Katmandú («vas a estar bien«, «todavía eres joven y además no estas en mala forma física«, «tú nunca has sufrido de mareos, vómitos o dolores de cabeza, no creo que lo hagas ahora«…) volvieron a mi mente para mofarse de mí. Pero estas «desventuras» las contaré todas y en detalle en la próxima entrada.

¡Hasta entonces!

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