La primera vez que escuché hablar del término «crisis viajera» fue muchos meses antes de comenzar mi gran viaje, cuando estaba en pleno proceso de «devoración» de blogs y videoblogs de viajes.
Sin buscarlo ni esperarlo fui a parar al artículo del blog «Viajando sin planes», llamado «La crisis viajera de los 3 meses«.
Leí aquel artículo un tanto sorprendido, pensando para mí mismo: «¿Como se puede cansar uno de hacer aquello que le apasiona?». Y sin darle más importancia seguí leyendo artículos y planeando mi viaje. No volví a acordarme de aquel término, ni siquiera del post, hasta ayer.
Ayer por la mañana desperté con menos energías de lo normal. Desayuné y seguí con la tarea de exploración de Katmandú (Nepal), la ciudad a la que llegué hace 5 días desde Varanasi (India).
El resto de la mañana transcurrió de manera natural, comí bien, pero conforme pasaban las horas, a la sensación de escasez de energías se le unió otra que jamás antes había sentido: la de sentirme fuera de lugar. ¿Qué estoy haciendo aquí? Pensé súbitamente. La respuesta fue tan automática como la pregunta: Joder, si lo tienes bastante claro, estás descubriendo Nepal mientras haces tiempo hasta que el invierno se aleje un poco y puedas hacer un trekking por los himalayas. Sí, lo tenía bastante claro, entonces, ¿a qué se debió aquella pregunta?

A media tarde volví a mi hostal y me tiré en la cama. Me sentía más cansado de lo habitual, y un poco triste. Dormí 40 minutos y tuve un sueño algo relacionado con los viajes, pero que no puedo recordar. Me desperté aún más triste y extrañando a mis seres queridos. También extrañaba mi tierra y mi casa. En resumen: mi zona de confort.
Estuve a punto de llorar, o mejor dicho, QUERÍA LLORAR, pero lo vi tan irracional e ilógico, que me contuve. «Estoy en un hostal de Katmandú, al lado de las montañas más altas del mundo, a las que iré próximamente. Pago 2,50€ por una habitación de hostal (desayuno incluido) que comparto con un iraní que, estando en una situación terrible, me ofrece más de lo que tiene para él mismo. Estoy cumpliendo el sueño por el que estuve trabajando más de dos años y medio. ¿Y quieres llorar?».
Me levanté de la cama y opte por la solución que me daba mi madre cuando era pequeño: «¡tira pa la calle anda!».
A la noche, cenando en un pequeño y modesto restaurante de Katmandú con Clara y Joao (la pareja germano-portuguesa con la que viajo desde que nos conociéramos en Agra hace 2 semanas), les comenté lo que me había ocurrido, y al disponerme a buscar información de dicha crisis en Google, me quedé paralizado mirando el móvil durante largo rato, pensando «no puede ser». Era 9 de febrero. Hacía exactamente 3 meses del comienzo de mi viaje. Hasta aquel momento no me había dado cuenta del día que era, y los que hayan viajado por largo plazo entenderán lo que digo. Cuando se viaja por tanto tiempo, uno pierde un poco la noción del tiempo, y básicamente te da lo mismo si es 9 de febrero o 34 de novriero.
Y así me quedé, paralizado y asombrado, recordando aquel post que había leído hacía más de medio año y al que no le había dado la mayor importancia. Es más, hasta me había permitido «cuestionar» a sus autores. Y allí estaba yo ahora, sintiéndome exactamente igual, en el mismo plazo exacto de tiempo.
A la pregunta de si existe realmente la crisis viajera de los 3 meses: Yo no lo sé, ni me atrevo a afirmar algo así con contundencia. Lo único que hago es compartir esta experiencia que tuve ayer con vosotros, y dejar que cada uno tome sus propias conclusiones.
¿Que qué voy a hacer? Pues seguir explorando y aprendiendo, sin duda. Son las 11:30 de la mañana y nos vamos a descubrir otra ciudad en Nepal. En los próximos días comenzaré con la publicación de las entradas sobre mi periplo por la India, que no serán pocas, ¡espero que estéis preparados!

P.D. Animo a todos aquellos que hayáis vivido algo parecido o similar a contar vuestra experiencia en los comentarios, así entre todos quizás podamos extraer conclusiones más exactas.