El final de una etapa

Hace exactamente seis días que volví a España, y de allí a Macael, mi pueblo natal. Estaba feliz, no lo voy a negar. Después de más de 10 semanas atrapado en Kuala Lumpur, tenía muchísimas ganas de salir de allí e irme a donde fuera, y en estas circunstancias en las que nos encontramos, qué mejor destino que nuestra propia casa.

Con esto ponía punto y final a una etapa muy importante de mi vida, por diversos motivos. Entre ellos podría destacar el ser la primera vez que salgo del continente europeo, mi primer viaje de mochilero durante 7 meses, o el más negativo de ellos; quedarme atrapado a 13.000 kilómetros de mi casa durante una pandemia mundial.

Comida entre amigos en hostal de Malasia
Comida de despedida en la Guesthouse de Kuala Lumpur
LA VUELTA

Tras dos vuelos cancelados por parte de las compañías «Scoot» y «Turkish Airways», decidí «apostar» nuevamente mi dinero a la compra de un nuevo billete con la compañía Etihad Airways, que comenzaba a operar entre el continente asiático y el europeo. Como reza el dicho, a la tercera fue la vencida, y el 11 de junio a las dos de la mañana me encontraba embarcando en el Boeing 787-10 que me llevaría de vuelta a España.

Controles temperatura aeropuerto Kuala Lumpur
Controles de temperatura en el aeropuerto de Kuala Lumpur
Aeropuerto Kuala Lumpur Interior
Interior del aeropuerto medio vacío

Por primera vez en mi vida me solidaricé profundamente con las compañías aéreas cuando comprobé que íbamos a volar apenas 12 personas, en un aparato con capacidad para 250.

VUELO EN PRIMERA CLASE

Aunque teníamos todo el avión para nosotros solos, con motivo de evitar complicaciones en la propagación del virus, nos pasaron a todos a «Business Class» (primera clase). ¡Imaginaos! Se trataba de la primera vez en mi vida que volaba con semejantes comodidades, y la verdad es que la experiencia fue muy positiva.

Zona Business Class Avión
Compartimentos de primera clase en el avión
Kit de protección Etihad Airways

Cubículo unipersonal dotados de sillones eléctricos reclinables hasta convertirse prácticamente en camas, lamparita personal, «kit» de bienvenida con mascarilla, guantes de plástico, gel desinfectante, manta y almohada para dormir. En definitiva, un viaje que suele costar entre 2.000€ y 5.000€, y que de haber sido en circunstancias normales no me habría podido permitir.

Así nos plantamos en poco más de 6 horas en Abu Dabi, donde haríamos una corta escala de apenas dos horas para meternos en otro avión que nos llevaría directamente hasta Madrid, esta vez en clase «turista», por desgracia 🙁

Interior avión
Interior del avión durante el vuelo Abu Dabi – Madrid

Después de algo más de 16 horas de viaje, el 11 de junio a las 13:30 del medio día ponía los pies en tierra española, casi sin poder creérmelo todavía. En aquellos momentos, las sensaciones de felicidad y alegría todavía no habían aflorado del todo, a pesar de encontrarme ya en España. Ahora tenía que confirmar que me permitirían hacer las dos semanas de cuarentena en Almería, y no en la capital del país.

Y efectivamente así fue. Comprobaron mi temperatura personal, me pidieron el papel con mis datos personales y domicilio que rellenamos en el avión antes de aterrizar, y me dijeron que era libre de irme para Almería, en autobús, tren, o AVE, «si es que tenéis en Almería«, me dijo el amable señor.

¡Y aquí estoy por fin!

Como se entenderá, después de todo el ajetreo propio de LA VUELTA, aún no había encontrado el momento adecuado de acomodar mi portátil y ponerme a escribir.

«¿Y AHORA QUE VAS A HACER?»

Ésta ha sido LA PREGUNTA de los últimos días. Familiares y amigos lanzando al unísono interrogantes como: «¿Y ahora qué vas a hacer?» «¿Te quedas ya aquí?» «¿Vas a empezar a trabajar?» «¿Vas a seguir viajando?«

Avión en el aeropuerto de Abu Dabi
Avión que nos devolvería a Madrid en el aeropuerto de Abu Dabi

Y yo, con cara del que se despierta agitado de un largo e intenso sueño, no soy capaz de contestar nada más que un «no lo sé«, o «ya veremos«.

NADA HA CAMBIADO A MI VUELTA, PERO YO LO VEO TODO DISTINTO

Dejando a un lado las consecuencias que el Coronavirus ha tenido en gran parte del mundo, aquí todo sigue igual. Sin embargo yo, a pesar de ser el mismo (soy el mismo), mi mentalidad ha cambiado radicalmente frente a muchas cosas.

Yo en Venecia
En Venecia, durante una escapada en enero de 2018

Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas

Henry Miller

He tenido esta cita de Henry Miller muy presente desde aquella escapada a Venecia en enero de 2018. Efectivamente, más que conocer lugares o países, mi objetivo principal cuando cogí mi mochila era un cambio en mi esquema mental.

Pero no ha sido hasta que no he vuelto a casa cuando parte de la información y conocimiento que había adquirido durante este viaje ha ido haciendo mella en mi subconsciente. De pronto he pasado de la euforia y alegría de verme de nuevo de vuelta en mi casa, con los míos, en mi zona de confort, a ser totalmente consciente del modo en el que vivía mi vida, y el cual debo vivirla a partir de ahora, que es bastante diferente.

Un rápido ejemplo; durante 7 meses he estado recorriendo 6 países diferentes del sudeste asiático, moviéndome de ciudad y lugar cada cuatro o cinco días aproximadamente, con una mochila de 10 kilos como únicas pertenencias. No me faltó NADA. No extrañé NADA. Y todo lo que llevaba conmigo era un poco de ropa, una toalla de microfibra, un neceser con cosas de higiene básicas (champú, gel, pasta de dientes, lentillas…), una bolsa de plástico a modo de botiquín con algunos antidiarreicos, paracetamol, tiritas… un móvil y un portátil (con sus respectivos cargadores).

Chico de Bangladesh con una mochila naranja
Mi amigo Alauddin despidiéndose de mi mochila

Al llegar a mi casa me encontré con las estanterías llenas de libros (los cuales muchos ya he leído), una considerable colección de consolas y videojuegos que además de valor, están cogiendo mucho polvo, armarios llenos de ropa de verano, invierno, primavera, otoño, y otras estaciones que sólo se encuentran en Júpiter. Pares de zapatos y calzado sin estrenar desde hace años. Portátiles que no uso, mochilas, y otra cantidad de cosas que no se han movido de su sitio desde hace milenios. «Esto no puede ser«, me dije. Así que me he propuesto regalar, donar o deshacerme de todo lo que no me sea estrictamente necesario para mi día a día, comenzando así mi propio camino hacia el minimalismo.

También me he vuelto mucho más consciente de lo que supone reciclar, no ensuciar y mantener nuestro espacio de convivencia limpio. Después de ver las ingentes toneladas de basura que se amontonan en cada ciudad de India, ahora veo mi propio país con mejores ojos en este aspecto.

MI FUTURO PRÓXIMO

En estos momentos es muy difícil para mí conjeturar qué será de mi vida en los próximos meses, pero una cosa tengo clara, habrá más viajes, muchísimos más, esto empieza ahora.

Pasaporte español y billetes de vuelo

La idea que tenía hace un año de trasladarme a Italia durante una temporada queda suspendida temporalmente hasta que la situación sanitaria mundial de visos de mejoría y estabilidad.

Para el año que viene, junto con mi colega Joaquín, estamos planeando una escapada a oriente medio, más en concreto a los países de Jordania e Israel. Y mientras tanto, yo me dedicaré a explorar los preciosos países de Europa, que la tengo un poco abandonada, y no es para nada justo.

Evidentemente, para financiarme todos estos futuros viajes necesitaré trabajar y ahorrar todo el dinero que me sea posible, así que ya os iré contando cómo me lo monto para compaginar el trabajo con las futuras escapadas.

¡Os mantendré al tanto de todo!

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