Tres días. Eso es todo lo que tuve para visitar una ciudad con tanto para ofrecer como es Barcelona. No importa, voy a volver, más pronto que tarde, volveré, como decía un tal Schwarzenegger.
En la anterior entrada, en la que os hablé sobre mi experiencia en el festival del Holi en India, os contaba que sigo atrapado en Kuala Lumpur, y con los templos, cines, y otros lugares de ocio aún cerrados, la ciudad no me ofrece estímulos suficientes para seguir escribiendo entradas sobre ella. Así que considero el momento como perfecto para hablaros ahora sobre mi escapada a Barcelona en octubre del año pasado, apenas un mes antes de comenzar este viaje por el sudeste asiático.
Y es que aunque parezca mentira, a mis 28 años todavía no había tenido la ocasión de visitar la Ciudad Condal, más allá de las esporádicas entradas y salidas de trabajo cuando tenía que cargar o descargar algún camión en alguno de sus polígonos, como la zona franca.
BARRIOS Y EDIFICIOS
Lo cierto es que Barcelona «no me había llamado», o si lo había hecho, no la escuché. Así de primeras, las grandes ciudades de más de un millón de habitantes me suelen echar un poco para atrás. Las rechazo de antemano, cosa que estoy aprendiendo a corregir, pues a veces te llevas agradables sorpresas con algunas de ellas. Ése fue el caso de Barcelona, donde sin apenas esperarlo, me encontré con una ciudad que me encandiló desde el primer momento en el que puse los pies en ella.
Barcelona es una de esas pocas ciudades que consiguen hacerte creer que estas paseando por el centro mismo de un pequeño pueblo de unos pocos miles de habitantes. Si bien es cierto que pronto puedes pasar de caminar entre estrechas y antiguas calles en el barrio gótico, a amplias y concurridas avenidas repletas de gente en la rambla, la mayor parte de mi recorrido a pie, donde me perdí por innumerables calles sin seguir un rumbo fijo, sentí que la vida de sus pobladores era tranquila y sin el habitual estrés que se apodera de las vidas humanas en las grandes urbes.

De pronto me vi caminando entre grandes edificios centenarios, perfectamente conservados y de diseños y estructuras que dejaban sin habla. Entre todos ellos, es reseñable que los edificios y estructuras de carácter puramente religioso (catedrales, iglesias, basílicas…) cobran especial importancia en la ciudad de Barcelona, sobre todo por sus espectaculares diseños de estilo gótico.
PARQUE DE LA CIUDADELA Y PARLAMENTO DE CATALUÑA
Y es que Barcelona es una ciudad repleta de parques y espacios naturales para los que busquen alejarse del ruido y la contaminación que impera en toda gran ciudad. El más distinguido de todos puede que sea el Parque de la Ciudadela, precisamente donde se encuentra el Parlamento de Cataluña.
La Cascada Monumental, con su precioso diseño, obra de José Fontseré y del maestro Gaudí, es uno de los principales atractivos de visita del parque.
Con un diseño casi completamente rectangular, el Parque de la Ciudadela fue durante muchos años el único parque público de la ciudad.
Y entre árboles, lagos y una gran cantidad de aves de diferentes especies, en una parte de aquel parque se encuentra el Parlamento de Cataluña, donde se discuten y determinan todas las medidas que acabarán afectando directamente a esta comunidad autónoma y sus habitantes, entre otras cosas.
ARCO DEL TRIUNFO
Previamente a la llegada del precioso Parque de la Ciudadela, cruzamos el imponente Arco del Triunfo que custodia la avenida que hay que atravesar en dirección al parque.

A diferencia de la mayoría de arcos del triunfo que hay repartidos por diferentes ciudades del mundo, y más en especial de Europa, el Arco del Triunfo de Barcelona, construido en el año 1888, no representa ninguna batalla o triunfo militar, sino más bien el progreso de la sociedad civil y los avances en componentes científicos, económicos y culturales.
PARQUE GÜELL
Otro de los lugares que no perdí la oportunidad de visitar fue el Parque Güell. Necesitaría una entrada completa para hablar sobre la influencia del arquitecto catalán Antoni Gaudí en la ciudad de Barcelona. El Parque Güell es una de sus grandes obras y lo cierto es que, amantes de la fantasía o no, el lugar no deja indiferente a nadie.
Igual que me sucediera durante mi visita a la Crazy House de Da Lat, en Vietnam, donde la arquitecta que diseñó el lugar reconoció que se había inspirado en algunas de las obras de Antoni Gaudí para construir aquella maravilla, en el Parque Güell sentí la misma sensación de estar coexistiendo en mitad de alguna película de Walt Disney, pero esta vez a lo grande. Pues si la Crazy House, aunque de tamaño considerable, tan sólo se limitaba a una estructura única y cerrada, el Parque Güell es un enorme espacio compuesto por casas, puentes y caminos que te transportan a otra realidad.
La pena de aquella tarde fue que cuando intentamos visitar el interior de algunos edificios y lugares, nos dijeron que no era recomendable en aquel momento pues la mayoría se encontraban en obras y remodelaciones, tal y como se puede comprobar en la anterior fotografía, por lo que la visita en profundidad queda pendiente para el próximo viaje a Barcelona.
ESPECTÁCULO EN LA FUENTE MÁGICA DEL MONTJUIC
Dependiendo del mes, pero más comúnmente durante los fines de semana, de nueve a diez de la noche, la Fuente Mágica de Montjuic, junto con el Palau Nacional a sus espaldas, dan paso a una fiesta de luces y agua digna de presenciar.
El espectáculo comienza con chorros de 2.600 litros de agua por segundo saliendo de las numerosas bocas de la fuente, que bailan al son de los colores y de la música que mezcla desde algunos éxitos de Disney, hasta música clásica o canciones de los 80 y 90 como «We are the champions».
BASÍLICA LA SAGRADA FAMILIA
¿Pensabais que me había olvidado del principal símbolo de la ciudad y de parte del país? Estaba dejando la guinda del pastel para el final.
Y sinceramente, no tengo los conocimientos ni la valentía para hablar de semejante maravilla, más allá de aportar datos básicos de historia y diseño que se pueden encontrar en cualquier enciclopedia física o virtual. Sólo puedo afirmar que disfruté como un niño chico contemplando con mis ojos aquella enorme estructura. La obra maestra del amigo Antoni Gaudí. La obra que no lograría a ver construida en vida, ya que comenzó a construirse en 1882, y aún hoy todavía sigue en construcción, así de grande es el proyecto que este genio imaginó y que después de su trágico fallecimiento, en el que fue atropellado por un tranvía, aún los arquitectos no se ponen de acuerdo en cómo deberían continuar con tan magna obra.
Con sus 172 metros de altura, 18 torres verticales de diferentes tamaños, y sus diferentes estilos y diseños según la parte desde donde la contemples, la Sagrada Familia no sólo se ha convertido en un icono y símbolo cristiano dentro de toda Europa, sino que cuando esté terminada será la iglesia católica más alta del mundo, ¡hay es nada! Hasta este momento en el que escribo (sin haber visto aún la Basílica de San Pedro en el Vaticano) la única estructura católica que podría hacer sombra (en tamaño, que no en diseño) a la Sagrada Familia sería la Catedral de San Pablo, en la ciudad de Londres.
Nosotros tuvimos la suerte de tener el hostal a apenas 100 metros de la enorme basílica, con lo que era tremendamente difícil no pararte a contemplarla un rato cada vez que pasabas por ella. Veinte minutos desde esta perspectiva, quince desde esta otra, y cuando venías a darte cuenta llevabas horas «embobado» con esta maravilla.
El interior de la basílica se me quedó también pendiente de visitar, debido al limitado espacio de tiempo del que disponía para visitar la ciudad y viendo la ingente afluencia de turistas que hacían colas en sus puertas para entrar al interior. Este es, sin duda, otra de las visitas obligadas que se me quedan pendiente para la próxima visita, y que os contaré en este blog muy próximamente.
CONCLUSIÓN DE MI VISITA
Tres días no son suficientes para descubrir las maravillas que Barcelona puede ofrecer. Se me quedaron muchos lugares, barrios y costumbres por conocer que no dejaré pasar en mi siguiente visita. A pesar de ello, Barcelona es una ciudad donde no me importaría para nada vivir una temporada. Lo poco que pude descubrir de ella, quizás lo más típico y turístico, me cautivó por completo, y no pasará mucho tiempo antes de que vuelva a visitarla por segunda vez, aunque seguramente durante una temporada bastante más larga.
Aquí una anécdota curiosa: Barcelona es tan tremendamente multicultural, que paseando por mitad de la rambla te encuentras chicos y chicas intentando venderte algo ¡EN INGLÉS! Me pareció bastante curioso y algo que no había visto antes en ninguna ciudad de España.