El Algarve, en la costa sur de Portugal, se ha convertido en los últimos tiempos en un destino turístico de primer nivel en Europa.
Sus playas, costas y acantilados hacen de este lugar digno merecedor de la multitud de personas que cada año se animan a visitarlo.
Pero en nuestro corto viaje por sur de este precioso país no queríamos limitarnos a pasar nuestro tiempo únicamente tirados sobre su arena blanca. Queríamos algo más…
Y encontramos la ruta de los Siete Valles Colgantes.
Considerada por European Best Destinations la ruta de senderismo más bonita de Europa, nos fuimos a recorrerla sin pensarlo dos veces.
Yo no sé si será la ruta más bonita de Europa, mayormente porque he hecho pocas rutas de senderismo (o «trekkings«) en mi vida en general y en el continente europeo en particular, pero si os voy a confesar que costaba mucho trabajo no pararse a echar unas cuantas fotos o admirar el paisaje cada pocos minutos.
Siguiendo nuestra costumbre de ir a contrasentido por la vida, comenzamos el recorrido en Praia de Marinha (en la población de Lagoa), precisamente el punto donde termina oficialmente el sendero. Comenzaría en Praia de Vale Centeanes (población de Carvoeiro), pero nosotros lo hicimos al revés, por motivos logísticos.
La que debería haber sido nuestros punto de finalización está considerada como una de las playas más bonitas y reconocidas de Portugal y, posiblemente, de toda Europa.
La playa está flanqueada por enormes formaciones rocosas que recuerdan ampliamente al muy conocido y apreciado Cabo de Gata, en Almería, mi tierra.
Realizado el paseo de rigor por la preciosa playa, comenzamos a recorrer los 5,7 kilómetros que separan la Praia de Marinha con la de Praia de Vale Centeanes, que son exactamente los que componen este precioso sendero por la costa sur portuguesa, con vistas al océano Atlántico.
El sendero transcurre sobre tierra, fácilmente transitable y balizado por pequeños postes de madera con marcas en rojo y amarillo, con lo cual es difícil perderse.
Pasamos por distintas localidades y playas, entre ellas la de Benagil, en la cual se encuentra la famosa cueva con el agujero en el techo que habremos visto cientos de veces en imágenes de Instagram o publicidad.
Nosotros en este caso, realizando el sendero, pudimos verla desde la parte opuesta, o sea desde arriba, pues para llegar a ella hay que hacerlo nadando, en barco (totalmente masificado, sin opción a desembarcar y por un precio de 15€/media hora) o en kayak (aquel día dejaron de alquilarlos por la fuerte marea y el oleaje).
Nos encontrábamos aproximadamente a mitad de trayecto. Seguimos caminando una media hora más y tal y como habíamos planeado, a eso de las 7:50 de la tarde, a la altura del Faro de Alfanzina, el sol comenzó a recoger sus rayos de luz diarios y nos deleitó con un espectáculo en un lugar más que privilegiado.
Llegado un momento no sabíamos hacia donde mirar, pues a nuestra derecha se encontraba el sol recién puesto, lanzando sus últimos rayos entre las nubes anarajandas, y a la izquierda asomaba ya la luna, redonda, completamente llena y en todo su esplendor.
Seguimos caminando 20 minutos más y ya en plena noche llegamos a Carvoeiro, nuestro destino final. Al final, un trayecto de 5,7 kilómetros sobre tierra, de escasa dificultad, que en un recorrido normal y directo se haría en poco más de una hora, nos llevó más de dos y media. Eso sí, disfrutamos como niños de uno de los mejores paisajes costeros de Europa, con puesta de sol incluida 🙂