Una jornada y media para cambiar mi impresión sobre la personalidad vietnamita

Justo cuando comenzaba a pensar que la naturaleza del vietnamita para con el extranjero consistía en la indiferencia total y absoluta (si no es para venderte algo, apenas ni te miran), apareció Ashley (nombre «occidental» que ha adoptado) y su familia para hacerme cambiar radicalmente de opinión e invitarme a profundizar de una forma directa en la cultura de este interesante país.

Los padres de Ashley, encantados de conocer y «entrevistar» al primer «forastero» que han conocido

Y es que como me gusta decir; no es bueno generalizar. Menos aún cuando se trata de definir el carácter de un país de más de 90 millones de habitantes, habiendo tenido la oportunidad de entablar conversación (más allá de «la cuenta por favor» o «¿cuanto cuesta esto?») con muy pocos, poquísimos, y habiendo recorrido tan sólo una pequeñísima parte del país (en mi caso, el sur).

Pero el caso es que por aquel momento coincidía en esos pensamientos con otros viajeros llegados de otros lugares como Europa o América; «como mínimo son muy tímidos» me comentaban. Y claro, el poder de sugestión hace su parte, y el resultado, la mayor parte de las veces, suele ser una «falsa» sensación de que los vietnamitas «ignoran» a los extranjeros, o incluso que los desprecian.

Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, los vietnamitas son curiosos con la forma de vida del occidental (a veces incluso la admiran y la intentan imitar), y el principal motivo del porqué se generan estas «falsas sensaciones» hacia ellos sería, como me contaría más tarde Ashely; «que Vietnam muy poca gente habla «algo» de inglés, con lo que sienten una profunda vergüenza de acercarse a intentar interactuar con los extranjeros». Y esto es una evidencia que cualquiera que haya estado en este país podrá corroborar. Incluso en lugares como ferias de muestras internacionales, atracciones turísticas, o monumentos, cuesta trabajo encontrar al vietnamita que te hable «algo» en inglés.

Mi guía de un día en Da Lat, un señor de 66 años que se esforzó con energía para que su peculiar inglés llegara a mi mollera

Pero, ¿quién es Ashley?, seguro que os preguntaréis. Pues Thảo (así es su verdadero nombre) es una joven profesora vietnamita que vive en la ciudad de Ho Chi Minh. Nos conocimos a través de internet (ya que generalmente en un día normal, en la calle, es muy difícil entablar amistad con otro vietnamita), y estuvimos hablando varios días antes de conocernos en persona en Da Lat, donde venía a visitar a sus padres.

Ashley y un servidor, entre plantaciones de té y arboles florales

La historia de cómo conocí a su familia es bastante curiosa. A las pocas horas de conocernos personalmente, tomando algo con una amiga suya en Da Lat, dejó caer que sus padres estaban llegando, pues había quedado para cenar con ellos. Sin pensárselo dos veces, me preguntó si quería unirme. Al principio la situación me chocó, trayéndome a la mente mis anteriores pensamientos sobre la supuesta «timidez o indiferencia» de los vietnamitas para con los extranjeros. Pero como no tenía otro plan mejor, y la idea me pareció curiosa e interesante, pensandomelo un poco más que ella a la hora de responder, le dije que sí, ¿y por qué no?. Debe de ser la primera vez en mi vida que me voy a cenar con los padres de una chica a la que he conocido dos horas antes. Pero la experiencia mereció mucho la pena.

Y allí estábamos, Ashley y su amiga, las cuales se defendían bien en inglés, sus padres, los cuales no entendían ni «what«, y yo. Los primeros 15 minutos de la velada consistieron en constantes intercambios de miradas curiosas y preguntas y respuestas muy correctas y serias (tengamos en cuenta que fui el primer extranjero que conocían en profundidad en su vida, y que se lo había presentado su hija menor). Yo estaba como un flan, sin saber muy bien cómo debería actuar ante una familia con una cultura tan diferente. Así que opté por lo más fácil, y lo que mejor se me da, ser yo mismo, sin máscaras ni adornos, al natural. Y la cosa fluyó. Apenas pasada la media hora, entre todo tipo de preguntas familiares y personales, el padre de Ashley, que es un cachondo total, se soltó completamente, lo que me hizo sentirme tranquilo y relajado, y comencé a soltarme de igual manera, y ya no pudimos parar de reír en casi toda la noche, mientras Ashley hacía de traductora en todo momento. Al final les caí en gracia. Tanto, que no fue ella, sino sus padres, los que me invitaron a pasar el día siguiente con ellos en un precioso lugar a unos 45 kilómetros de Da Lat donde tenían pensado ir de excursión. Yo no sabía qué contestarles en ese momento. Les dije que les diría algo a la mañana siguiente temprano. No consintieron en que pagara absolutamente nada de aquella cena.

¿Al final qué creéis que les dije?

¡Nos vamos a «doi che long dinh»!

Pues que sí, ¿para qué he recorrido más de 12.000 kilómetros sino?

Y como veis, el lugar era un espectáculo para la vista
El preciso lago
Plantaciones de té en un lugar con mucho encanto

Aquel lugar era precioso, al igual que el tiempo que en todo momento nos acompañó en esta pequeña escapada. Nos encontrábamos rodeados de plantaciones de té, con un precioso lago de fondo, entre la naturaleza y un sol radiante.

Plantaciones de té

Mientras disfrutábamos de aquel maravilloso día en aquel lugar de cuento, seguí descubriendo la curiosidad vietnamita respecto a la gente de fuera. Los padres de Ashley, especialmente su padre, me hacían todo tipo de preguntas como «¿cuantos hermanos tienes?«, «¿están casados?«, «¿se parece España a Vietnam en la forma de conducir?«, «¿qué música se escucha en España?«, y muchísimas más, todas ellas formuladas con el mayor de los respetos y discreción posibles. Yo, por supuesto, las respondía todas con la felicidad de notar el interés por mi cultura, mi país y mi familia, haciendo también mi correspondiente «interrogatorio» de lo que me interesaba saber sobre Vietnam en general, y esta familia en particular.

Una pareja feliz. ¡Que viva el amor!

Cuando terminamos de visitar aquel lugar, descartada ya la opción de poder alquilar un pequeño barquito en el lago, volvimos al coche y nos fuimos a comer «sea food» en un restaurante. Lo que viene siendo pegarnos el atracón de marisco y pescado. Desde almejas y mejillones hasta pulpo y otros pescados que no supe identificar. Todo increíblemente rico y con sus correspondientes «currys» salsas para darles el toque «vietnamita». Una maravilla que hacía ya meses llevaba sin probar.

El antes
y el después

Y a pesar de barato que es comer en Vietnam, en esta ocasión la cuenta no fue barata, por la clase de comida que comimos. Pues tampoco aquí me permitieron que sacara ni un sólo dong. Incluso ni después de poner mi mejor cara de «disgusto» y decirles que no podía permitir que estuvieran pagando todo lo que consumía durante todo el día. Ashley me contestó que no, añadiendo que «¿qué harían tus padres si les presentaras un amigo forastero?«. «Pues seguramente lo invitarían«, le contesté. «Pues ya está, aquí es igual«, me contestó.

Así que de esta forma, en tan sólo jornada y media, pude experimentar en mis propias carnes la amabilidad y generosidad del vietnamita, y mi opinión personal cambió radicalmente. No son gente cerrada como yo mismo llegué a pensar. Apenas se abren un poco al extranjero, son de lo más divertidos y ocurrentes que te puedes encontrar, con unas tradiciones y costumbres modernas, y con unas ganas gigantes de salir y conocer el mundo. La pena es que les pongan tantas trabas políticas y administrativas (además de las económicas) para salir a visitar otros países (especialmente Europa y América del Norte) a la hora de obtener los visados y autorizaciones, pues nos estamos perdiendo la oportunidad de conocer y entablar relación con personas interesantes y de buen corazón.

Respecto a esta familia en concreto no tengo más que palabras de agradecimiento y cariño por ellos. Desde aquel día no los volví a ver más pero guardo el contacto y espero de verdad tener la oportunidad de volver a encontrarme con ellos y devolverles al menos un poco el cariño y la amabilidad que me han regalado.

¡Muchísimas gracias! ¡Cảm ơn nhiều!
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